A fines del 49 Ernesto comienza a planificar sus vacaciones de verano, quería conocer el interior de Argentina. Alberto Granado cuenta que:
“Ernesto desde chico soñaba con viajes. Le apasionaba conocer la realidad no tanto por los tratados escritos como entrando en contacto personal con esa realidad. Le interesaban no sólo cómo vivían sus compatriotas argentinos de la capital, sino también en las lejanas provincias, cómo vivían los campesinos, los peones y los indios. Por último le interesaba saber cómo era su patria. Quería ver con sus propios ojos las pampas infinitas, sus montes, sus cálidas regiones septentrionales, con sus plantaciones de algodón y sus yerbales.”
Desde 1947, año en que la familia Guevara se muda a Buenos Aires, Ernesto realiza frecuentes viajes “a dedo” a la provincia de Córdoba para visitar a sus amigos y disfrutar de la naturaleza. Ya tenía experiencia en viajar por las rutas contando con la solidaridad de camioneros, lugareños, turistas o cualquier transeúnte que estuviera dispuesto a colaborar. No era descabellado, por lo tanto, pensar en recorrer de forma similar otros lugares del país.
Hacía tiempo que mostraba interés en conocer las provincias mediterráneas. Finalmente, decide hacer el recorrido en bicicleta.
“Desde niño sentía pasión por el ciclismo y por los deportes en general. Practicaba rugby, equitación y golf entre otros pero su pasión era la bicicleta”(Recuerda su padre en el libro “Mi hijo el Che”)
El 1° de enero de 1950, este joven de 21 años, emprende –luego de haber finalizado su 3° año de medicina- el viaje para conocer la argentina profunda. Visita Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis. Adosa a su bicicleta un motor italiano de marca Micron, que alcanzara como máximo los 25 km por hora y sin más sale a la ruta a tratar de cumplir una verdadera hazaña:recorrer más de 4000 km con este precario medio de transporte.